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Lo primero, la montaña

Tantos 50 años... (primera parte)

Resumen de todo lo que vendrá...


En 2003, con menos idea de escalada y más pelo, asistí al homenaje que Montañeros de Aragón -por aquel entonces mi club hasta que harto de que no me dejaran entrar la bici hice defección a favor del San Jorge- rendía a Rabadá y Navarro, coincidiendo también con el 50 aniversario de la conquista del Puro. No recuerdo quién comentó que ese acto iba a ser el primero de una serie de "50 aniversarios" que se prolongarían unos 10 años en el tiempo, hasta 2013, cuando se cumpla medio siglo de la muerte por frío y agotamiento en la norte del Eiger de los homenajeados en aquella ocasión. Que tres pipiolos como Bescós, Rabadá y Cintero (Manuel Bescós era el mayor de los tres con 21 años) conquistaran tan emblemática cima, quitándosela de las narices a alguien con un nombre tan consagrado como Jordi Panyella, dio paso a otra serie de vías que mostrarían el buen hacer de una generación. Aquella escalada dejó dos promesas de las cordadas protagonistas; por un lado, Rabadá se juró no volver a escalar esa vía, por los buenos momentos que había pasado -volvió a subir al Puro, pero abriendo la Norte- y por su lado Panyella, que tuvo que ver desde abajo su ansiada cima ya pisada, juró no volver a Riglos. Incluso en el 50 aniversario de la conquista del Puro y a pesar de ser el primer escalador en subir al Pisón, declinó la invitación.
La cordada Rabadá-Navarro fue breve en el tiempo, firmando sus ascensiones entre mayo del 59 y agosto del 63, poco más de 4 años, pero la huella que nos dejó traspasa el tiempo. El Espolón del Gallinero, el Espolón del Firé o la Oeste del Naranjo son las más notables ascensiones de esta cordada, pero reducir los éxitos de toda una generación de escaladores a la triada Rabadá-Navarro es injusto. Las aperturas entre 1953 y 1956, salvando la mencionada conquista del Puro, han quedado eclipsadas por lo que vendría los siguientes años. Serón y Millán, después de la muerte de Carilla que formaba cordada con ellos en el momento del accidente, no volvieron a hacer nada destacable, y la mili de Rabadá también influyó en el poco movimiento de aperturas. Algo en los mallos pequeños y la norte del Anayet por parte de Pepe Díaz es lo más destacable de estos años, pero llega 1957 y, como espoleados por la apertura de la Ravier al Tozal del Mallo, los aragoneses se lanzan a las aperturas de nuevas vías. La Serón-Millán al Pisón es la apertura más destacada en los mallos ese año, demostrando que el epíteto de "directísima" que Panyella y Casasallas habían dado a la Pany-Haus podía superarse. En agosto, José Antonio Bescós y Rafael Montaner esperaban durante 9 días a pie de vía a que mejorara el tiempo para abrir noreste del Cilindro.
Ese mismo año Ernesto Navarro comienza a escalar; conoció a Rabadá y éste le metió el veneno en el cuerpo; en Riglos sube con facilidad su primera vía -la Pany- y realiza algunas probatinas en la sur del Firé con un resultado no deseado: caída y rotura de su pierna izquierda. Su hermana Escolástica ve en ese accidente la señal para que Ernesto, cual san Pablo cayendo del caballo, recobre la cordura y deje de subirse por las paredes pero el golpe no surtió el efecto deseado: una vez recuperado abre su primera gran vía, la Luis Villar al Firé, desgraciadamente muy poco recorrida en la actualidad. Estamos ya en 1958.

Continuará...

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