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Lo primero, la montaña

Buitre no come alpiste

Mucho se ha estado discutiendo estas semanas atrás sobre la difícil convivencia entre aves y escaladores. Compartir medio es lo que tiene, que surgen conflictos con tus vecinos ¿A quién le molesta la forma de ser de, por poner un ejemplo, los malgaches? Pues a nadie que viva a más de 4000 kilómetros de Madagascar, es obvio. Lo evidente de esta situación es que las aves no caen mal a nadie y por eso, ante un conflicto escaladores/pajarracos siempre vamos a llevar las de perder. Es más fácil que el señor Eusebio odie al escalador que caga en su campo a pie de vía -y de paso le roba unos melones- que al buitre que se da una vuelta por ahí de vez en cuando. Así que más vale empeñarse en caer bien.

El caso es que como yo no voy a aportar nada interesante al tema de la convivencia escaladores-pajarillos voy a poner algún dato que me viene a la memoria de historias de personas y avechuchos. Hasta hace unas décadas el ser humano no se ha esforzado demasiado en la conservación del buitre, más bien todo lo contrario. Iba a comentar la escena de Conan el Bárbaro, interpretado por Arnold Schwarzenegger en la que es capaz de, estando crucificado, matar a mordiscos al buitre que espera para devorarle... pero no hace falta recurrir a las películas para hablar de buitres y bárbaros.

Tradicionalmente, los buitres no han sido bien vistos. Las leyendas y la historia se mezclan dejando a los buitres en bastante mal lugar. Colonias de buitres que siguen a los ejércitos previendo una carnicería, niños raptados por buitres… incluso en la antigua Grecia la muerte de Esquilo se achacó a los buitres. Esquilo, no sólo se dedicó al teatro; en su currículo guerrero figuran hechos tan memorables como luchar contra los persas en las batallas de Maratón, Salamina y Platea. Sin embargo, no murió en la guerra. Se encontró con la muerte cuando un quebrantahuesos decidió soltar sobre la cabeza del dramaturgo griego la tortuga que iba a comerse.


Hoy en día, las noticias de ataques de buitres a ganado vivo caen como un incesante goteo. Los biólogos dicen que es imposible, estos animales no están preparados para el ataque pero los ganaderos siguen exigiendo indemnizaciones.

Sea cierto o no lo de los ataques, la verdad es que la población de estos animales se ha incrementado muchísimo y el alimento no se encuentra tan fácilmente, por lo que han tenido que emigrar a zonas de donde habían desaparecido. No sé si entramos ya técnicamente en superpoblación, pero comenta algún amigo que cuando vienen los buitres tapan la luz del sol y no le falta razón. Hemos pasado del exterminio institucionalizado de hace unos años a la protección a ultranza de los buitres, convirtiendo a estos animales en tan dependientes del homo sapiens como un canario en una jaula.

El problema de convivencia no es nuevo, viene de bastante lejos. La relación con los buitres ahora es más cordial, pero leo en la primera edición (enero de 1954) de Cara a la montaña, de Agustín Faus cómo trataban algunos montañeros de antes de la guerra a estos carroñeros. Uno de los capítulos me ha dejado de piedra. El título es “Buitres en la Pedriza” y relata las historias que les cuentan montañeros veteranos a los jóvenes. La síntesis de las tres historias relatadas en este capítulo es la siguiente:
Primera historia: polluelo de buitre comprado a un pastor al que se le encierra en una habitación de una casa sólo por la diversión de tener un buitre. Cuando el polluelo se hace grande no hay quien se atreva a entrar en la habitación, de manera que se le deja confinado hasta que muere de hambre y sed.
Segunda historia: Montañeros que escalan a las Buitreras para colocarle un cencerro a un polluelo. Consiguen su objetivo, pero no vuelven a saber nada del buitre ni del cencerro. Dudan si el buitre logró quitárselo o por el peso en el cuello se despeñó cuando intentó volar por primera vez.
Por lo que descubro por otros lados, esto no es demasiado extraño. Ya Ángel Serón contaba la historia de ver volar un buitre con cencerro y hace bien poco en la página de Iberianature denunciaban la misma escena.
Tercera historia: Intento de embalsamar a un buitre. Ponen un cebo, acuden los buitres, apalean a uno hasta matarlo y cuando lo llevan al embalsamador les quiere cobrar 450 pesetas “de las de antes de la guerra” abandonan el cadáver en las obras de Recoletos.

Yo, que he sido educado en la ciudad y mi infancia y juventud se han desarrollado en el último cuarto de siglo XX, esperaba una moraleja o un final ejemplarizante a este capítulo, pero no; termina tal cual. Iba a incluir alguna opinión o moraleja personal, pero no tengo una conclusión reputada para que me lleve a afirmar si es sostenible o no la convivencia y en caso negativo qué es lo que sobra en las paredes, si bichos o humanos.

Edito: el primer comentario ya me lo esperaba. Cheba, que de esto de los pájaros entiende un rato, hace una reflexión bastante buena. Mi conocimiento de los pájaros se reduce a dividirlos en gorriones y "no gorriones" así que ahora que hablamos de no gorriones, copio el comentario del experto:

Hombre, yo creo que actualmente los problemas de convivencia entre bípedos y plumíferos no vienen a través del buitre leonado sino de otras especies más sensibles como el águila real, águila perdicera, halcón peregrino, alimoche y quebrantahuesos.Las políticas conservacionistas son bastante arbitrarias.

Por ejemplo, al buitre leonado se le mató de hambre, luego se pusieron comederos, luego llegaron las vacas locas y cierre de comederos y actualmente hay una cierta sobrepoblación en
algunos sitios.
Otro ejemplo, el cernícalo primilla: se hace un plan especial de protección y luego se planea Gran Scala ¿Alguien lo entiende?
Otro ejemplo: se destina una buena cantidad de pasta a la Fundación del Quebrantahuesos (lo cual está muy bien) sino fuera porque a otras especies amenazadas como el urogallo no se le hace ni puto caso.

Más "desordenes avícolas": a nadie le extraña ver colonias de cotorras argentinas en la tropical Zaragoza y a nadie le extraña ver torcaces anidando en cada parque, colonias de tórtolas turcas cuando hace años eran una rareza, ver cada vez más milanos reales, ver sobrepoblaciones de cigüeñas en Monegros que se han hecho residentes y con nidos de VPO, etc.

O sea, que se advierten diferentes desórdenes. Hace mucho más daño el monocultivo y los regadíos en zonas de secano a la avifauna que la actividad escalatoria, pero tenemos que hacer autocrítica, porque el escalador común es ave rapaz y no discrimina. Le suele dar igual todo.

Por ejemplo, el otro día en un sector concurrido de escalada deportiva, a alguien se le cayó una botella de agua rodando y salió un buhó real de su escondite. Yo flipé porque era la segunda vez que veía un búho real en libertad. Los comentarios del personal no fueron "¡ostras, un búho!" "¡Qué bonito bicho!", etc.
Los comentarios fueron más o menos: "¡Tú no has visto nada!" "Eso era una gallina" "Ave que vuela a la cazuela", etc.Y como decía mi vecina, hombre... eso tampoco es.

28 de octubre de 2008 12:22


"Buitre no come alpiste" es el título de una canción de Extremoduro. No tiene nada que ver con el contenido de este artículo, que como habréis visto es un batiburrillo sin pies ni cabeza, así que para seguir dando poco sentido a esto, lo he incluído como título del post.

Ernesto Navarro: aprendiendo a ser mito

En abril de 2008, publicaron en Barrabés un vídeo sorprendente de la primera escalada de Ernesto Navarro. Aquel vídeo me impactó y llevaba ya un tiempo dándole vueltas a la idea de volver al mismo lugar para repetir la misma escalada hoy en día, con los medios actuales. Fernando Tomás -el propietario de la película que grabara su abuelo 51 años atrás- me cedió amablemente las imágenes para que las editara a criterio y, aunque el resultado no ha sido la obra maestra que merecía, sólo me puedo justificarme diciendo que la edición la he realizado con el mayor de los cariños.

Ernesto Navarro en la Semana Santa de 1957 tiene 22 años y jamás ha realizado ninguna actividad de montaña. Un año antes, realizando el servicio militar en Zaragoza coincide con Luis Lázaro “el Negro”, socio de Montañeros de Aragón con quien trabará amistad y que será quien le meta en el mundillo de la montaña. Gracias a él, coincide con los escaladores aragoneses del momento, con los que irá esa Semana Santa (probablemente el 14 de abril) a escalar a Riglos.

Quiero hacer notar una coincidencia que es a la vez llamativa y esclarecedora. Mientras Ernesto Navarro luchaba por subir unos metros yendo de segundo en una vía de IV- (grado UIAA), ese mismo día los franceses estaban terminando la vía Ravier al Tozal del Mallo. Poco tiempo le costó a Ernesto Navarro ponerse a la altura. Para los que más tarde hemos recorrido las vías de las que Navarro fue aperturista, no deja de maravillarnos cómo apenas un año después de grabarse esta película, Ernesto Navarro ya estaba abriendo vías como la Luis Villar (los 3 primeros largos del Espolón del Firé son comunes a esta vía). Si además contamos con que poco después de estas imágenes Navarro estuvo varios meses de retirada forzosa por una pierna rota escalando en el Fire, podemos figurarnos la meteórica carrera del escalador zaragozano.

Por aquel entonces pocas vías de iniciación existían en Riglos si es que, con el equipamiento de la época, se pudiera llamar “de iniciación” a alguna vía. Prácticamente cada mallo de Riglos tenía una sola vía de ascenso, pero es en este momento cuando las aperturas van a producirse de una manera continuada, floreciendo nuevas vías cada vez más difíciles y directas. La Serón-Millán al Pisón o en los mallos pequeños vías como la Edil a la Aguja Roja, la Edil de la don Justo o la Oeste al Cored surgen en estos años. Será precisamente en la Peña don Justo y en el Cored, donde Ernesto Navarro dé sus primeros pasos de escalada.

La casualidad hace que Tomás Tomás Ichaso -presidente de Montañeros de Aragón- ese día lleve su cámara a Riglos. En las imágenes, José Antonio Bescós abre vía y es quien se lleva la atención de la cámara, como es natural. Un dubitativo Ernesto Navarro, que no encuentra dónde colocar sus pies, apenas se lleva unos segundos de protagonismo en un barrido hacia el primero de cordada que tranquilamente asegura a hombro a su novato compañero.

Normal al Cored: la secuela.

A los pocos días de conseguir las imágenes, me acerqué a lo que yo creía que era la vía. Una fugaz imagen de la Aguja Roja en el vídeo me llevó al Cored, pero una vez ahí, confirmando que la vía era la correcta, me atacó la desilusión. El acceso era por una glera infernal rodeado de una auténtica selva de pinchos. El pie de vía estaba comido por la vegetación y en lo que yo esperaba que fuera una vía clásica intacta, brillaban los paraboles. Me quedé un rato por ahí echando un vistazo tratando de localizar el lugar exacto donde estuvo colocada la cámara en 1957 y descubrí que coincidía exactamente en el mismo punto donde ahora está situado un vistoso árbol.

Más tarde me enteré de que había sido Gregorio Villarig el que había llevado a cabo el reequipamiento de esa vía y que había abierto alguna otra vía ahí de la que no me di cuenta de su existencia.

En fin, con esas perspectivas tan ruinosas no me encontraba en la mejor de las situaciones para solicitar la colaboración de los amigos para el proyecto de grabación de la secuela, así que a la hora de emplear la persuasión omití datos importantes como la aproximación por glera y pinchos y embarqué a dos amigos -David y Tere, desde aquí: muchas gracias- que se dejan embarcar con facilidad en estas cosas. Las imágenes actuales están grabadas subido a la misma pared y por eso el pulso de robar panderetas que se aprecia en el vídeo.

En fin, un vídeo que quiero compartir. No hay imágenes impresionantes, no existen grandes logros, no hay nada meritorio en él. Simplemente el sencillo inicio a la escalada de un grande y la comparativa con la escalada tal y como se realiza hoy en día. No está hecho este vídeo para deshacer el mito, más bien al contrario: ver cómo se puede llegar desde lo más elemental a lo supremo debe hacernos tomar conciencia de la grandeza del camino recorrido por Navarro.

Espero que os guste.

Agüero: mallos, historia y toponimia

A pesar de su relativa cercanía, de su indudable belleza y de la contemporaneidad de su conquista, los mallos de Agüero han mantenido un papel de segundones con los mallos de Riglos a lo largo de toda su historia montañera. Tal vez por ser de magnitud más discreta o, más probablemente, por quedar a desmano de las rutas de comunicación –la estación del canfranero, principalmente- Agüero no se vio inmersa en la explosión aperturista que afectó a Riglos en la segunda mitad del siglo XX y apenas tres vías fueron creadas en ese periodo, quedando estos mallos como un reducto de tranquilidad para el escalador de hoy en día.

La Peña Sola destaca entre los mallos. Visible incluso desde los mallos pequeños de Riglos, este esbelto monolito fue el punto de mira y objeto de deseo de los escaladores de finales de los años 40, cuando las técnicas y los materiales prácticamente se encontraban en pañales. Su conquista fue disputada por cordadas catalanas y aragonesas, sin ningún tipo de tensión entre ellas.

Pero antes de la conquista de su cima, su base ya había sido objeto de otra conquista, esta vez medieval. La base de la Peña, justamente en su collado con el macizo, estuvo ocupada por un castillo con funciones de vigilancia de aquel anecdótico Reino de los Mallos al que tanto bombo turístico se le da hoy en día. La línea defensiva de las tierras del emergente reino de Aragón se formaba por la unión de los puntos fácilmente defendibles como son Sibirana, Agüero, Loarre, Montearagón, Alquézar… Del castillo de Agüero apenas queda hoy un muro de mampostería -que probablemente sería el relleno del muro de sillares- y alguna referencia documental que refleja su reutilización como cárcel hasta el siglo XVII. De este último uso, sabemos gracias al relato en el que explica el suicidio de un preso allá confinado lanzándose al vacío desde su celda.

Se dice que la reina Berta gobernaba el Reino de los Mallos desde este castillo. Sea cierto o no, en la reina Berta parece ser que está la explicación toponímica de una enorme cueva que se abre en el macizo y que tiene presencia destacada en el panorama de Agüero: la cueva de la Reina. Otras cuevas de la reina existen en el entorno del reino de los Mallos como son las de Rasal y las de Vadiello, aunque nada tengan de estricta relación con la reina Berta. Otra cueva hallamos en Agüero, ésta bastante más conocida por los escaladores,: la Cueva d’os chitanos (o cueva del gitano). Aquí, aparte de alguna pintura rupestre en blanco de dudosa datación, tenemos unas buenas vías para calentar antebrazo bajo techo, siendo un destino perfecto cuando llueve o aprieta demasiado el sol.
La primera escalada que se realiza en esta zona corresponde con la del llamativo monolito con forma de huevo en el barranco del Pituelo con un nombre bastante singular. Se llama El cabezón de Mosén Pedro y tiene una explicación bastante evidente; de este mosén –cura en aragonés- se decía que cada vez que se hacía un sombrero las viudas tenían que vestir de rojo. Con semejante cabeza y semejante “mala leche” por parte de sus convecinos, no era de extrañar que adjudicaran un nombre tan descriptivo a dicho mogote. La escalada, de apenas 30 metros, la realizaron Serón, Millán, Peire y Torres mientras se preparaban para la definitiva conquista de la Peña Sola.


Una puntualización. Desconozco hasta que punto los topónimos aquí descritos tienen tradición histórica o han sido creados por los escaladores. En un estupendo estudio de Lourdes Nasarre y Ángel Rallo, Nómina de las pardinas, partidas y casas de Agüero no aparecen muchos de los topónimos aquí descritos o, en su caso, no figuran exactamente igual que en el artículo enlazado.

Y para el que le interese, en este enlace hay algo más de la toponimia de la zona.

La cruz y la Virgen del Aneto



En los años 50, la devoción mariana en Zaragoza tiene un momento de eclosión. La impuesta religiosidad estatal se mezcla con el tradicional fervor de la capital del Ebro hasta el punto en que es difícil discernir entre la fe real y la impuesta. Estos años en Zaragoza tienen a la Virgen del Pilar más que nunca como un estandarte del catolisimo y la hispanidad, asociándose religión y estado de la misma manera que se hacía en el antiguo régimen. La primera ofrenda de flores se realiza en 1958 con el impulso del alcalde Gómez Laguna, a quien ya he presentado en otra ocasión anterior, pero antes de eso la fiebre pilarista ya se había instalado en la mentalidad montañera zaragozana. La devoción también se extendería unos pocos años más tarde a la Virgen del Mallo en Riglos.

En 1956 se realizó la entronización de la Virgen del Pilar en el Aneto. Todo surgió por un hecho del que nunca se ha terminado de aclarar si fue inocente o malintencionado: la instalación de la cruz en la cumbre del Aneto por parte de los montañeros catalanes en la celebración del 75 aniversario del CEC. A los aragoneses del momento no sentó nada bien ese hecho; ¿qué sentido tenía una celebración catalana en una cima aragonesa? Las reclamaciones aragonesas por la titularidad del refugio de la Renclusa estaban en auge y la reivindicación de la supuesta propiedad del Aneto nunca ha sido disimulada desde diversos ámbitos de la vida política, social y deportiva de Cataluña. Ver pantallazo, aunque esto me da para otro post...

En la cruz, objetivamente, no existía ningún tipo de reivindicación; sólo el ofertorio de la exaltación de la Santa Cruz escrito en latín "protege, domine, plebem tuam, per signum sanctae crucis" (protege, Señor, a tu pueblo por la señal de la Santa Cruz) da una nota literaria al símbolo y no cabe lugar para segundas interpretaciones; el caso es que en Aragón esa cruz sentó mal y como no era cuestión echar la cruz abajo, se buscó dar la vuelta a la tortilla colocando un símbolo que reivindicara el aragonesismo -llevando implícita la españolidad- del Aneto.

Así pues, el 14 de agosto de 1956 fue la fecha en la que la Virgen del Pilar se entronizó en el Aneto. La logística y la intención fue clara: superar la otra obra. Si los catalanes llevaron 90 kilos de peso con la cruz, los aragoneses llevaron 600 kilos con el pedestal y la Virgen; si fueron 80 los catalanes que colaboraron con la colocación de la cruz, los aragoneses llegaron hasta los 400; si los catalanes oficiaron una misa, los aragoneses tres. En fin, el colmo del esperpento religioso y patriota.

Malas épocas ha pasado la cruz en el Aneto. Ya en los años 60 unas rachas de viento arrancaron la cruz de su sitio, siendo recolocada al poco tiempo de ser encontrada. En mayo del 99 la historia se repitió con voladas de aire de más de 200 kilómetros por hora y cuando se halló, volvió a colocarse en la cumbre de nuevo.

A la Virgen le ha pasado algo parecido: en 1986 fue decapitada y restituida la imagen por otra nueva, pero en el verano de 1999 -buen año para la iconoclasia- volvió a desaparecer siendo encontrada por Hipólito Maeso a los pocos días mientras estaba enfrascado en su proyecto de los tresmiles en un mes.
En lo que llevamos de siglo XXI, la destrucción de símbolos parece que se ha frenado. Quizás sopla menos el viento, quizás quedan pocos símbolos que destruir o quizás los iconoclastas creen que la basura es menos basura si permanece anclada a un sitio. Quién sabe.

Donde dije digo, digo Diego (II)

Viene de aquí.

Precisamente justo después de que tuviera que añadir o rectificar ciertas cosas en algunos artículos ya publicados, recibo un correo de Morta que me ha hecho una ilusión tremenda.

Morta es un gran tipo que nunca deja de admirarme cuando se arranca a hablar de la época en la que ellos abrían vías de poner los pelos de punta y a mí me estaban cambiando los pañales. Tal vez si ahora quisiera repetir esas vías que ellos abrían también tendría que cambiarme los pañales.

En el especial de los 25 años de Desnivel publican esta foto "ochentera" de un tipo largo que tampoco ha cambiado tanto. Colaboró en el nacimiento de Desnivel y bastantes años más tarde se cargó a su espalda la página de Cañones y barrancos y posteriormente se embarcó en Topocanyons, una especie de qui pro quo en la que por el simple hecho de aportar una reseña tienes acceso a su extensa base de datos. Una currada de cojones que sería imposible de explicar aquí.

Con él comparto grandes desavenencias, sobre todo cuando hablamos de la información que se comparte por internet. Y es que es tozudo el tío, parece maño. De hecho, no sé si estará de acuerdo con lo que estoy escribiendo y me terminará mandando alguna reprimenda vía e-mail.

Todo esto surge porque Morta cayó en este blog y leyó la historia del Adamelo (o Adamello si lo transcribimos "a la italiana"). Así que me escribió para contar su historia. He cortado algún párrafo por no reproducir demasiados detalles personales.


Hola Alex

Estaba viendo tu blog y me he encontrado con el relato que haces de la muerte de Eduardo Benedé en el Adamello. Eduardo era nuestro amigo y aquello nos cayó encima como un jarro de agua fría. Fue la primera muerte de un amigo que nos tocaba de cerca. Yo mismo estuve en Riglos con él quince días antes. Siempre recordaré aquella noche (...)

Como bien dices, el origen de Desnivel viene de ahí pero realmente, lo que hizo Darío en su momento es hacer lo que se llama el número 0 de Desnivel pero que realmente no lo es ya que no tiene ni el formato ni el fin de lo que es la revista. Entre el accidente y el primer número de la revista pasan unos 2 años ya que se publica en 1.981. Aquella recopilación de textos de Eduardo (no se si la has visto, yo le tengo y lo guardo como oro en paño) fue su verdadero homenaje personal, eran muy amigos. La revista viene después y surge de un viaje, creo recordar a Contreras (yo no iba en aquel viaje), y Darío sugiere el nombre de Desnivel para la revista. Probablemente también como homenaje pero quizá también porque el nombre era apropiado.

Por cierto, Eduardo era de Barcelona pero vivía en Madrid, ya sabes que para ser madrileño no hace falta haber nacido en Madrid :-)


Nada, solo quería que supieras algo mas sobre aquello.
Un saludo Morta

Donde dije digo, digo Diego

La idea que tenía cuando me propuse empezar a escribir en este blog era la de seguir la máxima latina de Scripta manent (lo escrito permanece) y dar una cara un poco diferente a la información de montaña. Generalmente, lo que la gente demanda a los blogs y las webs son dos cosas: actualidad y reseñas. En todo caso, siempre quedamos unos pocos “freaks” que echamos en falta el elemento histórico; cuando se habla de una vía, tradicionalmente se ignoran datos como quiénes la abrieron, en qué época, cómo lo hicieron y con qué medios. La vía –o el barranco, o la cima- es tanto el recorrido en sí como la huella que deja el que pasa por ahí. Es incompleto hablar de La fiesta sin nombrar a Carlos García o de la Carnavalada sin mencionar a Serge Castéran y una escalada se siente diferente cuando se conoce su historia que cuando sólo se va por subir.

Aunque no he recibido demasiados datos nuevos, todas las aportaciones que me han hecho las he acogido con infinita gratitud. Es normal la falta de nueva información; antes me leían 3, ahora me leéis 4 –de los que la mitad ya me habéis oído antes todo lo que cuento- y tampoco aporto nada que no esté escrito ni que no hayamos oído a los veteranos escaladores antes.

Todo este introito viene al caso por una cuestión. Yo pensaba escribir en este blog al modo del cronista que plasma en un pergamino la batallita y lo pliega esperando no modificar nada de lo escrito, pero hete aquí que la realidad me devuelve a mi sitio y tengo que hacer añadidos y correcciones a lo ya posteado. Voy p’allá:

Sobre el artículo del barranco de Foratata.
Pierre Teyssier, un barranquista francés al que yo no conozco pero que algunos compañeros lo tienen en muy alta estima, decide motu proprio acabar con el rápel mas largo que en un barranco existe en Aragón fraccionándolo en 50+100 y de paso saltarse a la torera la normativa del Parque Natural de Guara sobre reequipamientos: El equipamiento de nuevos barrancos para su descenso o el reequipamiento de los instalados estará sometido a autorización de la Dirección del Parque, la cual podrá ser asesorada por la Federación Aragonesa de Montañismo a través de sus representantes del Patronato.
Una cosa es montar una reu porque de la que te vas a colgar te da miedito, pero otra diferente es montar instalaciones innecesarias.
Ofrece la reseña nueva a quien se la pida pero ahora el chandrío ya está hecho.

je viens de réequiper le canyon (…), le 150 m est désormais réalisable avec 2 cordes de 100 (relais à 50m)donne moi ton mail et je te passe la topo réactualiséec'est pas trop cool çapierre teyssier
Todos los datos, http://www.descente-canyon.com/forums/viewtopic.php?id=8523.

Sobre el artículo de la Galletas.
No expliqué bien la historia de la ruta. El recorrido clásico o habitual no es el original de la apertura sino el resultado de unir tres recorridos: el primer intento de Montaner, Virgili y Bescós, la primera de Rabadá y Montaner y la directa de Porta y Antoñanzas.
En la entrada sin modificar contaba que el primer intento de Montaner también recorría la entrada directa desde el suelo y no es así. Realmente, Montaner y compañeros siguieron el recorrido que todos hacemos hoy por el camino que sabiamente nos marcan las chapas, hasta que se encontraron con el desplome que les devolvió hasta el suelo. Rabadá y Montaner en la segunda visita, probaron por el otro lado que les llevó hasta el cómodo nicho donde comienza la vía de las Fisuras. Porta y Antoñanzas por su parte enderezaron la salida y abrieron el desplome actual de 6a+, enlazando con la vía original por la preciosa travesía que lleva al nicho.

Sobre el artículo de la norte del Puro.
Nada nuevo a las reseñas que ya puse. Simplemente he copiado el texto que acompañaba a los croquis en los Cuadernos Técnicos quedando el artículo bastante más majo de lo que estaba antes.

Curioso material de aperturista

A nadie nos extraña subir utensilios más o menos extravagantes a una vía cuando conoces el itinerario, la dificultad y te apetece echarte unas risas.

Ejemplos he puesto en este blog de la famosa silla de la Aguja Roja o de un numeroso grupo de escaladores con traje y corbata en la cima del Pisón. También en algún barranco alguien se ha gastado más dinero del necesario en la colocación de un spit (ver foto) como colgó Cheba en su día en la página de Cañones y Barrancos, pero lo que de verdad me llama la atención es el material de aperturista que algunos valientes se han llevado a las vías. Hay veces que la utilidad es indudable, pero otras muchas veces los objetos que han llevado aquellos que recorren un itinerario por primera vez no dejan de sorprender.

Me cuenta Rubén después de su conversación con Cintero, que para la apertura de La Quinta Chimenea J. Urcina, Gutiérrez y B. Úbeda se llevaron serruchos para hacer algo de jardinería creativa. Edito (mar'09): Javier Urcina (El Suizo), aperturista de la vía, corrige el dato: Soy J. Urcina. No llevamos serrucho para abrir la 5º Chimenea, el serrucho lo llevó Cintero para limpiar la aproximación a la vía, después de 35 años sin ir nadie por allí. No había árboles, sólo lianas y enredaderas; los árboles hubieran sido muy buenos seguros de reunión y no fue el caso.
Un saludo, El Suizo.

Viendo cómo está ahora la vía, es normal que en su momento necesitaran abrirse paso como Rambo. Una vez que quitaron la vegetación existente y la vía se dejó de repetir, volvieron las plantitas a aprovechar la humedad de las endrijas para instalarse y quedarse para siempre. Como lo de llevarse serrucho ahora no se estila, la vía ha caído en el cajón de las "irrepetibles". Edito (mar'09): Así pues, dejo el texto original tachado para que se vea de donde viene la corrección de Urcina.

Cintero sabe de qué habla. A él, junto a Villarig, le toco llevar un enorme taco como única solución para resolver un difícil paso de artificial en una vía que continúa recta los dos primeros largos de la Rosaleda. El nombre de la vía se debe a este peculiar material y que fue lo único que quedó emplazado por los aperturistas: vía del Taco.

No es el único caso. Otros aperturistas también se han llevado cosas más o menos "exóticas" con utilidad indudable en bastantes casos, pero cuestionable en otros muchos. Lejos quedan aquellos días de subir -aparte de comida, bebida y material de vivac- el buzón de cima, la bandera de turno y la cámara de fotos como material que no forma parte de la cadena de aseguramiento.

Sevi y Lozano en la apertura de La Directa a la Visera cuentan con todas las comodidades del mundo. Si nos hablan de hamaca y transistor probablemente pensemos en vacaciones veraniegas en la playa. Pues nada más lejos de la realidad. La hamaca no es rígida sino que es la típica entretejida de cuerda, que para colgar entre dos árboles va muy bien, pero que para abrir una pared de 200 metros en lo más crudo del invierno se antoja incómodo. El transistor que llevan, más que animarles las esperas hace que desesperen, oyendo noticias de nevadas a 400 metros, puertos cerrados y ola de frío polar que lleva bajas cotas de nieve hasta Marruecos. El transistor desconozco si lo "aventaron" pero de la hamaca playera finalmente "pasan" y el último vivac lo hacen empotrados en la buitrera.

A principios de los 80 Miguel Ángel Lausín, A. Sánchez y J. Olivar deciden que la época de los vivacs incómodos sobre estribos ya no se estilan; las hamacas dobles por supuesto que existen, pero deben de pensar que tres son multitud y que como dice Luis Ciges en Amanece que no es poco: "Un hombre en la cama siempre es un hombre en la cama". Así que la mejor solución es dar espacio vital a la cordada y encargan al herrero de Ayerbe una hamaca triple para realizar los vivacs correspondientes en la apertura de Midriasis, en el Pisón. Una sabia decisión, aunque opino que hubiera sido mucho más llamativa la litera-hamaca-triple.

No fue la única extravagancia del malogrado Miguelón. Unos meses antes, en la apertura de Xere-Sandra junto con Quique Lapeña, toman dos decisiones: primero toman la determinación de no publicar las dificultades de la vía para conservar la aventura del aperturismo y segundo dejan colgado un muñeco tamaño humano en la vía, pertrechado como un auténtico escalador que provoca numerosas dudas y comentarios entre los turistas de Riglos. Hasta lo bautizan y todo: Xeremín guardó la vía durante un tiempo hasta la llegada de la primera repetición.

Algo más reciente y con bastante más utilidad. Ignacio Cinto equipa la Make, una preciosa vía en Peña Rueba cuyo largo más significativo recorre el característico techo del Mallo la Calva. A falta de mejor guíndola para esos momentos de equipamiento bajo techo, el aperturista tiene una idea bastante buena y muy económica; se hace con una vieja tabla de snow para taladrar cómodamente los 13 parabolts que aseguran el famoso segundo largo de su vía.

Un último ejemplo, que no es material de aperturista sino curioso material para repeticiones. Tras la apertura de la vía Bunny por parte de Armand Ballart y Toño Carasol, se publica la reseña. Entre el material a llevar, se recomienda un rosario. Los aperturistas no lo llevaron, pero al preguntarle a Toño comenta muy serio que sí, que las esperas en la reunión se hacen muy largas y no está mal tener un entretenimiento para esos ratos. En la entrevista que le hace Inazio leer a Toño decir que no quiere repetir la vía, que ya tuvo suficiente con abrirla nos da una idea de la gran utilidad que le daremos al rosario.
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