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El Puro (Riglos): primeros intentos, primeras muertes

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Tras la conquista del Pisón y las puntas del Firé, todos los mallos quedan vencidos a excepción de la pequeña aguja que surge del propio Pisón y que los escaladores hacen llamar el Puro. Los años 40 son prolíficos en la consecución de las cimas, tanto de los mallos grandes como de los mallos chicos, consiguiéndose en apenas tres años todas las cimas de Riglos (realmente, todavía faltaba alguna cumbre como la del Cuchillo, que tanto juego daría en el pique de catalanes y maños tras su "conquista" en el 58).

El intento de ascensión del Puro durante este tiempo había pasado en buena lógica a un plano secundario. Su apariencia inexpugnable relegó su conquista a la última en ser, no ya realizada, sino intentada incluso y es que las posibilidades que desde el suelo parecía ofrecer esta aguja no eran demasiado alentadoras; a simple vista, la única línea medianamente definida para realizar el ataque desde el collado –la fina cara sur- estaba jalonada de panzas de diverso tamaño con un aspecto nada halagüeño. La base tampoco parecía ofrecer unas facilidades demasiado evidentes; si bien, una endrija parte desde el suelo hacia arriba en una verticalidad que parece diseñada con tiralíneas, esta fisura-diedro también se convirtió en uno de los puntos más problemáticos a superar en las primeras intentonas para conquistar el Puro.

El primer intento al Puro surgió inmediatamente después de conseguirse la cima del Pisón en 1946. Fue al año siguiente cuando la cordada oscense del Frente de Juventudes realizó el primer ataque a esta cima, finalizada con resultado trágico. El grupo formado por Cored, Martí, Esquiroz y Asín comienza a escalar por la cara exterior tratando de sortear las dificultades con travesías y pasos de hombros en una lenta progresión dadas las dificultades que presentaba para la época este itinerario.

Un error inexplicable de técnica junto con la rotura de una presa acabó con Mariano Cored contra el suelo cuando apenas habían ascendido 30 metros. Ángel Serón resumía concisamente su perplejidad ante cómo se produjo el accidente haciendo mención a la juventud del fallecido: “(…) nos enteramos de que se había matado Cored. (…) no me explico yo cómo hicieron un paso de hombros sin clavar… en fin, veinte años”. Aunque la caída no provoca la muerte instantánea del escalador oscense, poco más se puede hacer por él que trasladarlo a casa de Justo Garasa donde muere tras unas horas de agonía debido a la gravedad de las heridas. Fue el 13 de julio de 1947.

Este accidente provocó la prohibición emitida por el Gobernador de Huesca de escalar en los mallos. Esta prohibición apenas fue considerada por los escaladores, que cada vez con más asiduidad se acercaban a Riglos a tentar estas paredes. Uno de ellos fue Victor Carilla, un joven zaragozano que en el mismo año que murió Cored había empezado a escalar consiguiendo pisar la punta Mallafré del Firé con una cuerda de 20 metros como único material de cordada, utilizando las sabinas y los pitones abandonados por los primeros ascensionistas para el aseguramiento.

Después de esta hazaña, el material del grupo se incrementa y mejora. Fabrican artesanalmente algunas clavijas y mosquetones y encargan en Casa Herranz –una tienda de aperos de labranza- una cuerda de cáñamo de 60 metros que le permitirá en las siguientes visitas a Riglos conseguir otras cimas como todas las puntas del Firé y algunos mallos pequeños como el Herrera, la Aguja Roja o el Gómez Laguna entre otros.

El siguiente reto fue intentar ascender el Puro, lo que representaba un salto enorme en la dificultad y renombre que adquiría la actividad. Desde la muerte de Cored no se había vuelto a intentar esta escalada y tras un par de aproximaciones más o menos serias por terreno inexplorado –Carilla realizaría sus intentos por la entrada directa desde la cueva Cirila- en el cuarto intento absoluto al Puro, el 7 de abril de 1950, tras haber ascendido algo más de 50 metros la calidad de la roca le traiciona y acaba con su vida haciéndole caer y seccionando su cuerda. En aquel momento, los tres escaladores formaban probablemente la cordada aragonesa más fuerte del momento: Carilla, Serón y Millán, siendo en la práctica ésa la última escalada de la mítica cordada.

Respecto a las placas de homenaje que en honor de los dos escaladores se pusieron en el lugar donde cayeron y su destrucción, publiqué en su día este artículo.

Continúa en Últimos intentos, primeras disputas.

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