Buscador

Lo primero, la montaña

Epigrafía e iconoclasia (Mezalocha)

No puedo dejar de traer aquí un comentario posteado en el artículo de las lápidas del Puro por parte del Centinela González. Ahí expresa las motivaciones sobre la iconoclasia de los años 80 en diversas paredes de la península.

"En los años 80 se rompieron todas las lápidas de Riglos, Pedriza o Picos, ademas de arrancar cruces y tirar vírgenes pared abajo. La memoria de un escalador se respeta sin alterar su legado, no colocándole una lápida de mármol con la leyenda ARRIBA ESPAÑA.

Se quitaron todas las lápidas y están bien quitadas, sin embargo se continuan colocando más. Que nadie se extrañe si se las vuelven a quitar.

Riglos en aquellos años parecia un cementerio, simplemente se limpió: en el Volao dabas con los pies en una lápida, en la Sur del Naranjo te tenias que subir a otra para empezar a escalar, y en Cabrera al Manolín le pusieron otra cuando murió de enfermedad común, no escalando allí, simplemente se la dedicaron.


En poco tiempo habrá españoles musulmanes escalando e igual pintan versículos del Corán a pie de vía, ¿por qué las pintadas no y las lápidas sí? Lo mejor es una montaña limpia. ¿Queréis respetarles? Pues no convirtáis sus vías en ferratas."


Ciertas zonas menos visitadas conservan sin embargo las lápidas que en su día colocaron sus allegados en recuerdo de los escaladores fallecidos. Mezalocha es una de esas zonas que vuelve a experimentar un nuevo empuje gracias a la guía de escalada gratuita y accesible a todos gracias a internet publicada por Fernando Orús. Es en el prólogo de esta guía donde Ángel López "Cintero" nos cuenta lo sucedido: "Por el momento, el único suceso luctuoso en estas paredes fue el fallecimiento en el año 1964 de los muy jóvenes Eduardo Martínez y Jesús Mª González. Murieron por caída desde la parte alta de la vía Original de la peña del Moro. Sea este párrafo un recuerdo para ellos y sus familiares."

Efectivamente, el 7 de mayo de 1964 dos escaladores, Eduardo Martínez Navarro y Jesús María González Ochoa, fallecen al pie de la Peña del Moro al sufrir una caída de cordada cuando escalaban la vía Original, abierta por Cintero, J.A. Bescós y de Pablo exactamente 10 años antes.

Además de la placa, un año después -30 de mayo de 1965- Ursi Abajo y Gregorio "Goito" Villarig abrirían una vía en los Volaos de Riglos que bautizarían con sus nombres. La vía Martínez-González recorre desde abajo el descenso clásico del Pisón, empezando donde se encontraba (y así enlazo con el tema del post) la lápida desaparecida en memoria de Manuel Bescós. Como en otras tantas vías con nombres propios, sobre todo cuando no son los de los aperturistas, la vía ha terminado rebautizándose y se conoce hoy en día como la Vía de Bajada.

Donde dije digo, digo Diego (III)

En azul, modificaciones y añadidos al post sobre la Virgen del Mallo en la cima del Pisón:



En todo caso, la Virgen del Mallo que desapareció no era tampoco la primera que se colocaba. Para la entronización de la Virgen del Mallo en el Pisón se montaron mil comedias y se reclutó a lo más granado de la elite de la escalada del momento. Miguel Vidal da datos confusos sobre los escaladores que participaron en aquella acción; por un lado afirma que fue en 1954, pero por otro sitúa en dicha entronización a Manuel Bescós –que había muerto un año antes- y a Ernesto Navarro que, hasta 1957 no realizó su primera escalada. Investigando un poco he visto que, realmente, la entronización se realizó el 10 de junio de 1962 y no en 1954. El Bescós que afirma Vidal que colaboró en la subida de la Virgen sería evidentemente José Antonio y no Manuel.

Los materiales se pasaban desde el Macizo hasta el Pisón por unas cuerdas instaladas entre los dos mallos, formando una especie de teleférico hecho con un saco en el que Rabadá quiso transportar a Navarro, e incluso Cintero llegó a instalar un teléfono, siempre según los datos relatados por Vidal. Fueron Mustienes y Rabadá los encargados de subir la Virgen desde el suelo por la Pany-Haus, colocando unos espejos en la cima rodeando a la Virgen para que iluminara con el reflejo del sol.

Todavía hay quien recuerda las juergas que se montaban en la cima del Pisón cada primer domingo de junio, cuando se subían flores a la Virgen y se aprovechaba para lanzar potentes cohetes y petardos. Alguna vez llegaron a disparar con los cohetes (desconozco si dieron en el blanco) a otros escaladores que habían subido a la desaparecida cruz del Firé y en otra ocasión, desfasó tanto la fiesta que se llegó a originar algún incendio en la misma cima del Pisón que duró varias horas.

La primera imagen, esculpida en piedra, pesaba unos 18 kilos. Algunos años después, debido al penoso estado que presentaba al haber sufrido las inclemencias del tiempo pero sobre todo por las deposiciones de los buitres, se decidió bajarla, restaurarla y hacer una réplica en bronce que se volvió a colocar en la cima del Pisón esta vez no por escalada sino por el exitoso método del teleférico desde el Macizo -subida hasta ahí en burro, ya que la réplica de bronce pesaba 33 kilos- que sirvió para transportar los materiales del soporte.


Actualmente en la cumbre del Pisón no queda más que el pedestal de piedra que construyeron los escaladores alrededor del mástil metálico que colocó Miguel Vidal.

Descenso integral del Alcanadre

Recuerdo que leí en el libro Cañones y barrancos: un medio excepcional la defensa de la tesis que decía que los barrancos no eran el entorno para llevar a cabo pruebas deportivas o retos personales. Insistían en que el paisaje y la naturaleza debían de observarse con detenimiento y las carreras eran más propias de una pista de atletismo que de un cañón de montaña. La frase exacta, dentro de un párrafo bastante más grande, era: "(...)la etiqueta de deporte de aventura no debería de conllevar records o performances, la búsqueda de lo más difícil o lo nunca hecho".

Estando hasta cierto punto de acuerdo en esto, a la hora de la verdad pasamos completamente de estos sabios consejos y decidimos hacer una actividad que nos rondaba por la cabeza desde hace años y que vimos que era posible desde que Andrés Martí y José Montserrat realizaran 7 barrancos en un día en el entorno de Rodellar-Nasarre.

Esa primavera yo andaba con el astrágalo machacado por picar suelo en una mala caída escalando, de manera que la cosa se presentaba chunga para mí. Ya tuve que renunciar a realizar la integral del Balcez que Cheba y Ritxi se hincaron en tiempo record por no poder ni apoyar el pie, pero tuve tiempo para recuperarme para esta nueva actividad. Con una combinación previa de coches de casi 100 kilómetros entre Bierge y Bara, nos plantamos en ese pequeño pueblo del norte de la sierra de Guara a esperar al día siguiente para meternos al agua en cuanto amaneciera.

El descenso integral del Alcanadre implica 4 descensos enlazados y consecutivos, todos ellos exigentes físicamente por su longitud y en gran parte por las condiciones acuáticas en las que encontramos el río. Gorgas Negras, Barrasil, Peonera superior y Peonera inferior son cuatro clásicos de Guara que hicimos en un mismo día. Gracias al caudal existente, también nos libramos de encontrarnos grupos en la Peonera inferior que nos hicieran perder más tiempo.

Tras desayunar todavía de noche comenzamos a caminar por la orilla del Alcanadre cuando llegaban los primeros rayos de sol. La primera poza, la Gorga Negra que da nombre a todo el descenso, la cruzamos a las 7:00 de la mañana y el salto típico de la presa de Bierge lo dábamos a las 19:06 de la tarde. Un poco más de 12 horas de esfuerzo continuo.

La primera parte fue llevadera. Gorgas Negras y Barrasil nos costó aproximadamente la mitad del tiempo que indican en la guías (4-5 horas para Gorgas Negras y 2 horas más para Barrasil). El problema fue acceder a la Peonera superior; íbamos todos “a vista”, por ir más rápido nos salimos por una pista que nos dejó donde san Pedro perdió el mechero y tuvimos que desandar el camino y, aunque no nos hicieron perder mucho tiempo, nos encontramos con un grupo de unos 40 niños que hubo que adelantar.

Llegados a la Peonera inferior ya estábamos con varias tentaciones de abandono, pero afortunadamente todos pudimos terminar el descenso integral. En total, algo más de 22 kilómetros de río, como una media marathon entre bloques y pozas, andando, nadando, saltando y destrepando.

Los autores de esta actividad completa fuimos Luis Aranda, Pedro Barón, Ricardo Blanco, Álex Puyó y David Tresaco. También participaron David "el de Pedrola" que se salió en Rodellar y ahí fue exactamente donde entró Tere que, por cierto, venía de trabajar.

La actividad en sí ya la piamos en su momento y tras las esperadas críticas del colectivo barranquista-tradicionalista nos preparamos para la siguiente actividad: 24 horas de barranquismo non-stop.

El Puro (Riglos): últimos intentos, primeras disputas

Entradas relacionadas:

Alberto Rabadá, Manuel Bescós y Ángel López "Cintero" tras la conquieta del Puro
Tras las muertes de Cored y Carilla y al igual que sucediera en las conquistas del Firé, de la Peña Sola y del Pisón, de nuevo los catalanes se echan a los hombros el proyecto de hacer una nueva cima. Tras la retirada de Serón nadie parece que esté capacitado a enfrentarse a esta terrible vía que ya se ha cobrado dos víctimas –las dos únicas por aquellas fechas- y el respeto que se ha forjado el Puro, más que la nueva prohibición del Gobernador de Huesca, hacen que los pretendientes a la conquista de este emblemático mallo escaseen.

Sin embargo, en marzo de 1953 Jordi Panyella regresa a Riglos con intención de volver a escribir su nombre en la historia de los mallos. El doblemente vencedor del Pisón viene acompañado por otros dos Jordis, J. Ayats y J. Salas, con quienes tantea y supera con acierto las dificultades que la vía presenta, logrando culminar el diedro desde donde Carilla fue arrancado de la pared, superar la cueva del Puro y continuar por la profunda y fácil chimenea hasta llegar al collado en el que Pisón y Puro se separan definitivamente.
La cordada al llegar al apeadero de Riglos
Desde ahí las previsiones de dificultad que se apreciaban desde el suelo se confirman y el panorama vertical no da para demasiadas alegrías. Fuera ya de las facilidades para pitonar del diedro fisurado y abundancia de presas y apoyos que la chimenea ofrecía, la cara sur del Puro resulta ser una dura arista con roca mediocre, ausencia de puntos buenos para clavar y con unas panzas que desaniman al más pintado. Ante semejantes perspectivas y debido a la manifiesta escasez de tiempo y material para completar exitosamente el proyecto, los catalanes aparcan la conquista hasta mejor ocasión.
Pero las intenciones de un grupo de tres zaragozanos vienen a enturbiar las, hasta ese momento, excelentes relaciones entre escaladores de una y otra región de las que ya hicieron gala en la conquista de la Peña Sola de Agüero. Esta vez, Manuel Bescós, Alberto Rabadá y Ángel López “Cintero” no considerarían necesario pedir permiso a la cordada catalana y se lanzaron a conseguir la cima; llegaron hasta el collado –punto más alto conseguido por los catalanes- y una vez ahí comenzaron una lentísima escalada de apenas 40 metros que les llevó todo el día hasta la base de la tremendísima panza, última dificultad que protege la cima del mallo, que les hace agotar fuerza, tiempo y paciencia teniendo la cúspide del mallo tan cerca. Para terminar de dejar incompleto tanto esfuerzo, una violenta tormenta se desata al final de la tarde obligándoles a descender en condiciones muy precarias de seguridad –rápeles a la italiana a oscuras sobre instalaciones aleatorias con cuerdas de cáñamo mojadas, quién da más-.

Observando el Firé desde la cima del Puro
Llegados a este punto, sería interesante realizar una sucinta comparativa entre las cordadas catalana y aragonesa en marzo de 1953. El curriculum de Panyella por sí solo ya era tremendo: numerosas aperturas en macizos como Montserrat, Pedraforca, Riglos, Ordesa… más alguna que realizaría algo más tarde en otros lugares de gran renombre como el Peñón de Ifach. Por su parte, M. Bescós, Rabadá y “Cintero” habían participado en aperturas bastante poco significativas y hoy caídas absolutamente en el olvido como la cara sur del mallo Herrera (Á. López), normal del Carilla (Á. López) y normal del Capaz (Rabadá, M.Bescós, Á. López) y la única escalada de importancia que esta cordada realizó antes del Puro, como fue la primera repetición de la Peña Sola de Agüero, fue simultánea a la llegada al collado de los catalanes.
Jordi Panyella
Puestas sobre la mesa las cartas de ambas cordadas y visto que nadie iba a dejar que la gloria recayera sobre la cordada rival, la carrera por llegar el primero al Puro había dado el disparo de salida. El siguiente día festivo iba a ser el del 18 de julio –festividad en época franquista por el día del golpe de estado contra la república- por lo que las dos cordadas realizaron la misma estrategia: llegar antes a Riglos.


Fotos de la cordada extraídas de Cuadernos Técnicos de Barrabes (nº16).
Foto de Rabadá desde la cima del Puro extraída de Rabadá y Navarro. La cordada imposible de Ed. Desnivel
Foto de Panyella extraida de la página web de la FEEC

El Puro (Riglos): primeros intentos, primeras muertes

Entradas relacionadas:
Toponimia del Puro
Escalada de la Normal del Puro
Escalada de la Norte del Puro

Tras la conquista del Pisón y las puntas del Firé, todos los mallos quedan vencidos a excepción de la pequeña aguja que surge del propio Pisón y que los escaladores hacen llamar el Puro. Los años 40 son prolíficos en la consecución de las cimas, tanto de los mallos grandes como de los mallos chicos, consiguiéndose en apenas tres años todas las cimas de Riglos (realmente, todavía faltaba alguna cumbre como la del Cuchillo, que tanto juego daría en el pique de catalanes y maños tras su "conquista" en el 58).

El intento de ascensión del Puro durante este tiempo había pasado en buena lógica a un plano secundario. Su apariencia inexpugnable relegó su conquista a la última en ser, no ya realizada, sino intentada incluso y es que las posibilidades que desde el suelo parecía ofrecer esta aguja no eran demasiado alentadoras; a simple vista, la única línea medianamente definida para realizar el ataque desde el collado –la fina cara sur- estaba jalonada de panzas de diverso tamaño con un aspecto nada halagüeño. La base tampoco parecía ofrecer unas facilidades demasiado evidentes; si bien, una endrija parte desde el suelo hacia arriba en una verticalidad que parece diseñada con tiralíneas, esta fisura-diedro también se convirtió en uno de los puntos más problemáticos a superar en las primeras intentonas para conquistar el Puro.

El primer intento al Puro surgió inmediatamente después de conseguirse la cima del Pisón en 1946. Fue al año siguiente cuando la cordada oscense del Frente de Juventudes realizó el primer ataque a esta cima, finalizada con resultado trágico. El grupo formado por Cored, Martí, Esquiroz y Asín comienza a escalar por la cara exterior tratando de sortear las dificultades con travesías y pasos de hombros en una lenta progresión dadas las dificultades que presentaba para la época este itinerario.

Un error inexplicable de técnica junto con la rotura de una presa acabó con Mariano Cored contra el suelo cuando apenas habían ascendido 30 metros. Ángel Serón resumía concisamente su perplejidad ante cómo se produjo el accidente haciendo mención a la juventud del fallecido: “(…) nos enteramos de que se había matado Cored. (…) no me explico yo cómo hicieron un paso de hombros sin clavar… en fin, veinte años”. Aunque la caída no provoca la muerte instantánea del escalador oscense, poco más se puede hacer por él que trasladarlo a casa de Justo Garasa donde muere tras unas horas de agonía debido a la gravedad de las heridas. Fue el 13 de julio de 1947.

Este accidente provocó la prohibición emitida por el Gobernador de Huesca de escalar en los mallos. Esta prohibición apenas fue considerada por los escaladores, que cada vez con más asiduidad se acercaban a Riglos a tentar estas paredes. Uno de ellos fue Victor Carilla, un joven zaragozano que en el mismo año que murió Cored había empezado a escalar consiguiendo pisar la punta Mallafré del Firé con una cuerda de 20 metros como único material de cordada, utilizando las sabinas y los pitones abandonados por los primeros ascensionistas para el aseguramiento.

Después de esta hazaña, el material del grupo se incrementa y mejora. Fabrican artesanalmente algunas clavijas y mosquetones y encargan en Casa Herranz –una tienda de aperos de labranza- una cuerda de cáñamo de 60 metros que le permitirá en las siguientes visitas a Riglos conseguir otras cimas como todas las puntas del Firé y algunos mallos pequeños como el Herrera, la Aguja Roja o el Gómez Laguna entre otros.

El siguiente reto fue intentar ascender el Puro, lo que representaba un salto enorme en la dificultad y renombre que adquiría la actividad. Desde la muerte de Cored no se había vuelto a intentar esta escalada y tras un par de aproximaciones más o menos serias por terreno inexplorado –Carilla realizaría sus intentos por la entrada directa desde la cueva Cirila- en el cuarto intento absoluto al Puro, el 7 de abril de 1950, tras haber ascendido algo más de 50 metros la calidad de la roca le traiciona y acaba con su vida haciéndole caer y seccionando su cuerda. En aquel momento, los tres escaladores formaban probablemente la cordada aragonesa más fuerte del momento: Carilla, Serón y Millán, siendo en la práctica ésa la última escalada de la mítica cordada.

Respecto a las placas de homenaje que en honor de los dos escaladores se pusieron en el lugar donde cayeron y su destrucción, publiqué en su día este artículo.

Continúa en Últimos intentos, primeras disputas.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...